Nuestro problema con las traducciones
18 Nov 2012 por Isi
Llevo varios días pensando en el tema de los títulos de los libros (y que se podría aplicar también a muchas películas) y de las traducciones que, desde siempre, hemos sufrido en nuestro país, y supongo que en el resto de los países hispanohablantes. Y es que cada vez me parece más espantoso ese baile de palabras en el que se acaba convirtiendo un libro desde que el autor lo escribe hasta que finalmente se publica en otros idiomas.
En lo que respecta a los españoles, siempre hemos estado muy acostumbrados a que los libros que compramos aquí cambien “ligeramente” con respecto a sus versiones originales. Yo tengo varios ejemplares en casa, sobre todo de obras clásicas extranjeras, en los que todos los nombres de los personajes están traducidos al español, excepto los que no pueden traducirse, claro está. Esta epidemia de nombres españolizados creo que no tiene origen conocido; ha sucedido desde siempre; y así, mi Emma Bovary se casó con un hombre llamado Carlos pero, aburrida de su relación, acaba teniendo un amante, Rodolfo. O, por poner poner otro ejemplo, el del joven Werther, que se enamora de Carlota pero también traba amistad con su prometido, Alberto, y se acaba quitando la vida porque entiende que ellos hacen la pareja perfecta. Como si las historias se desarrollaran en el mismo Madrid, vamos.
No contentos de cambiar los nombres de los personajes de los libros, también lo hacemos con todo lo que se nos ponga a mano, por ejemplo los grandes autores o las familias reales de nuestros vecinos europeos. Hace unos días estaba estudiando mi libro de inglés y en un listening se describía un cuadro de Goya: La familia de Carlos IV. Me di cuenta que, durante toda la narración, se nombraba a cada miembro de la casa real por su nombre real, es decir, por su nombre español. Lo cual quiere decir que fuera de nuestras fronteras no tienen esa mala costumbre de cambiar los nombres de la gente; al contrario de lo que hacemos aquí con la reina Isabel y los príncipes Carlos, Eduardo y Guillermo… Es que hasta nos suena mal decir la reina Elizabeth y pensar que es la reina de Inglaterra, ¿verdad? Y lo mismo hacemos con los autores: Ana Frank, León Tolstói… Yo no sé quién impuso esta norma, pero realmente deberían hacer algo para cambiarlo.
Es un problema grave porque, que yo recuerde, cuando empecé a estudiar inglés de pequeñita en el colegio, nuestro profe nos llamaba por nuestros nombres traducidos al inglés o, en caso de que no fueran traducibles o que simplemente se escribieran igual en ambos idiomas, los pronunciaba en inglés. Y este tipo de acciones nos han inculcado la idea de que cada nombre ha de cambiarse dependiendo del país en el que uno se encuentre, así que no suena extraño que aquí españolicemos los nombres de los demás, ya que nosotros también cambiamos los propios.
Bueno, afortunadamente todos estos nombres españolizados ya solo los encontramos en a) ediciones antiguas o b) ediciones modernas de editoriales que no se gastan un duro en volver a traducir las obras y que lo único que hacen es reimprimir una edición antigua, muchas veces incluso censurada (que menuda tela). Y claro, como ahora no tienen nada que españolizar, pues les da por cambiar los títulos, que hasta este momento habían sido traducciones bastante exactas de los originales.
Yo creo que un autor pone un título determinado de un libro porque quiere que esas palabras sean las primeras que lleguen al lector. ¿Quiénes somos los demás (traductores, editores) para cambiarlas? Es más, ¿podemos estar seguros de que no cambian nada más de la historia? Vamos, ni de lejos. Entiendo que se tengan que traducir expresiones que son diferentes en cada idioma -todavía me acuerdo de la protagonista de La doctora de Maguncia, que revolvía los ojos, literalmente traducido del inglés-, pero el título no suele contener este tipo de expresiones y, normalmente, son frases sencillas y directas que se entienden perfectamente en todos los idiomas. Voy a poner algunos ejemplos de estas extrañas traducciones de títulos:
Contra el viento del norte, traducción exacta del original alemán, se ha traducido en inglés como Love virtually. Este tipo de cosas me dejan sin palabras.
After River (Después de River) se tradujo como Cuando todo cambió. Dios, qué pena de título, de verdad.
Los aires difíciles se tradujo al inglés como The wind from the East (El viento del este). ¿Y por qué no del sur, o del oeste? Un misterio, como lo es que alguien pueda comprarse un libro con esa portada tan horrible.
The moonflower vine (el nombre de un tipo de flores, las Damas de noche), de Jetta Carleton, una de esas lecturas imprescindibles en nuestras bibliotecas, pasó a ser Cuatro hermanas, así, sin anestesia ni nada.
Y, para terminar, el título que me dio la idea de escribir esta entrada: The secret keeper (El guardián secreto), de Kate Morton, traducido como El secreto de Dorothy. A mí me da mucha pena que se permita modificar así los títulos y ya os digo que, si fuera yo la autora, me parecería una afrenta que se atrevieran a cambiar así mis propias palabras, la bandera por la que se conocerá mi obra. Porque más que una traducción, parece que deberían llamarlo “interpretación española de la novela tal“.
En fin, que me molesta que cambien así tanto los títulos de los libros como los nombres de los personajes, ¿y a vosotros?
En mi edición (la acabo de releer) de Molino, no matan a ningún Rogelio con “L” sino a un tal Rogerio, con “R” que supongo que se corresponde con un tal Roger, en inglés (y por lo que decís, también en catalán).
No hace falta que diga que de las 1.500 veces que habré leído ese título (tengo el libro desde los 70) en todas he leído “Rogelio”, porque en que jamás en mi vida he oído el nombre de Rogerio, ni sé si hay ser humano que haya tenido ese honor.
Loque: jajaja te entiendo perfectamente, yo también hubiera leído Rogelio con L, porque esa R no la captaría mi neurona ni en un millón de años (me dejas sorprendida ahora que tú te has dado cuenta, jejeje).
Qué cosas, de verdad. Lo de inventarse nombres para hacerlos españoles da ya para otro post. O para una tesis, ahora que lo pienso.
Muy interesante este tema 🙂 En esencia, estoy muy de acuerdo contigo, pero algunos traductores quizás dirían que si no traducen los nombres de personajes tampoco se deberían traducir ciudades (lo típico, New York o Nueva York?), nombres de comidas típicas o expresiones que tienen sentido en el idioma original pero no en el de traducción. Lo de cambiar los títulos coincido con lo que comentan por ahí arriba, que tiene que ser por una mera cuestión comercial porque sino no tiene ningún sentido.
Ocurre igual en el cine, que a veces ponen a películas que no tienen nada que ver títulos similares a otras de mucho éxito para potenciar el interés. No me parecen prácticas adecuadas, desde mi punto de vista, pero puede que funcione con un gran sector de público porque de otro modo ten por seguro que no lo harían.
Una pena no poder leer en los idiomas originales por falta de conocimientos, sin duda.
saluditos!
Hoy he comenzado una edición antigua de La llamada de la selva de Jack London y tenía que volver para hablar de canadienses que se llaman Francisco y estadounidenses llamados Carlos y Mercedes.
Me parece muy acertado el señalar como habéis hecho que sólo mencionamos el trabajo del traductor cuando éste no nos resulta acertado. En algún caso yo también lo he hecho y con agravantes (mi hermana estudia traducción) pero a partir de este momento procuraré tener presente el trabajo del traductor cuando el estilo literario de una obra escrita inicialmente en otro idioma me agrade.
Por último quería felicitarte, Isabel, por haber sabido recoger tan bien este tema que parece que a muchos nos inquietaba. Muchas gracias.
Hola Isi, este es un tema que yo siempre he dicho que odio que cambien los nombres de los personajes o de los titulos.
En las series o películas me hace gracia que a veces los nombres los dejan en inglés, pero los pronuncian mal y para eso vamos, ¡pues dejarlos como son!
Yo tengo la manía de leer el título original de los libros y de las películas porque me gusta saber como tú dices cúal es el título original que se les puso.
Otra mención aparte son las portadas de libros, ya que hablaís de Kate Morton que me encanta, la portada del libro Las horas distantes me parece un horror, en cambio una que he visto en inglés, no sé si inglesa o australiana, el caso es que tiene la foto de un paisaje y es muy bonito. También me paso igual con el jardín olvidado. Bueno un beso.
¡Mi hermano y yo siempre hablamos de lo mismo! Pero yo extendería más mi crítica a el doblaje al español de ciertas películas.
Por ejemplo, vi Río (a ésta no le cambiaron el nombre) y tuve que detenerla porque la traducción al español era espantosa: La peli se da en BRASIL, y los que doblaron se atrevían a decir palabras y frases típicas de Mexico… ¿Cómo es eso posible? ¡Es una cultura completamente diferente!
Por esa razón, prefiero las pelis, series y demás en su idioma original, porque siento que se pierde de mucho al recurrir a las traducciones o doblajes.
¡Excelente entrada Isi! Ojalá que las editoriales lean las críticas constructivas de los lectores.
[…] una novela de misterios barata. Supe de este título (aparentemente, recalco, permanente) en la entrada de Isi sobre las traducciones. Hay muchísimos casos de novelas cuyos títulos han sido mal […]
Pues Isi, el problema con McCarthy fue con su libro más lírico “La Oscuridad Exterior” Los giros y metáforas eran rebuscados pero ahí está la destreza del traductor para solventarlo… es mucho más fácil omitir el párrafo, como dices, nadie lo comprueba, existe la figura del corrector que a veces es el mismo traductor y si no, el corrector solo se ocupa de la versión final, que esté bien en español, no toca el texto origen. Nos dimos cuenta porque yo, en este caso, he vivido siempre fuera y libros así los leo en inglés porque si no, francamente, no me entero de nada y me cuesta mucho, no he recibido mucha enseñanza en español y me cuesta horrores. Si algún día lees el libro verás que el traductor omite una metáfora sobre una ardilla y confunde pájaros con aviones, entre mil cosas más… y estamos hablando de McCarthy… Besos.
Lillu: bueno, no sé el tema de las ciudades, ríos, etc. Pero yo creo que con los nombres, queda bastante claro que si te llamas Paco, pues te llamas Paco, estés donde estés, y no hay más vuelta de hoja.
Y en cuanto a los títulos, pues efectivamente, será porque así funcionan mejor, pese a que algunos nos parecen imposibles!.
José Daniel: gracias, jajaja.
Bueno, menos mal que no le pusieron a la pobre María de las Mercedes, para terminar de relatarlo. Vamos, que así es como si la historia hubiera transcurrido en mi pueblo, mismamente 😉
En cuanto a los traductores, ya te digo que siempre he oído que hay que “darles las gracias” cuando ves que un libro te ha gustado, porque ellos tienen casi el 50% de la culpa de que sea bueno…
Marian: bueno, lo de las portadas es otro cantar, está clarísimo. A veces quieren mejorarla y hacen una chapuza.
En cuanto a los nombres en las pelis que encima los pronuncian mal, es que ya es el colmo! Dan ganas de estrangular a alguien (a quien seaaa).
Shanny: jajaja lo de esa película me ha dejado a cuadros, también. No la conocía, por cierto.
Es verdad que hay veces que no hay que atreverse tanto. Mira, estuve viendo un episodio de otra serie, en su version original en inglés, y una de las actrices hacía como si fuera de origen mexicano, y se atrevía a decir también frases en español, y era un completo desastre. Claro, en Estados Unidos no lo notan… vamos, que eso pasa en todas partes, por lo que veo!
Y no creo que las editoriales lo lean, desgraciadamente.
Yossi: jolín, pues me parece fatal que se atrevan a cortar la obra. Supongo que será por no hacerla más densa, o yo qué sé… No le veo explicación (lo de la censura, pues sí, porque era una censura a la cultura, pero esto… no sé).
Me dejas a cuadros, de verdad.
PD: ¿de dónde eres, si se puede saber? Me picó la curiosidad 😀
Interesante debate, Isi. He empezado a leer los comentarios y he leído unos cuantos por encima, pero es que son muchos y siento si voy a decir algo repetido.
Lo primero que quería comentar ya lo ha dicho Xavier, y es que en la mayoría de los casos (en realidad, yo diría casi siempre) son los editores quienes eligen el título del libro en español. Una vez me contó una traductora en un curso que a ella incluso le habían hecho el feo de decirle que pondrían un título y cambiarlo en el último momento sin consultarle. Al principio yo estaba totalmente en contra del hecho de que cambien el título, pero si me paro a pensar después de todo lo que he visto, es cierto que el marketing es muy importante, y un título que puede vender muy bien en EE.UU. a lo mejor aquí es un horror. Sí, es verdad que si el autor pone un título es porque quiere que su libro se llame así y no como a un editor extranjero le parezca… pero creo que hay opciones que pueden ser buenas para todos: que los editores que deciden cambiar el título lo consulten con el autor. Supongo que será así. Y oye, no digo que esté de acuerdo con los cambios, normalmente no es así, pero puedo entenderlo. Al fin y al cabo, las editoriales son empresas que buscan su beneficio, y lo primordial para ellas es vender.
En cuanto al tema de los nombres, ya he leído que también lo han comentado por aquí. Es cuestión de historia… todo tiene su historia, y la traducción también. Antes, la moda era cambiar los nombres y eso solo se conserva hoy día con los nombres de reyes, papas, etc. y con los nombres de ciudades conocidas. En un libro actual leer un nombre traducido es como encontrarse a alguien que hable en castellano antiguo (vaya ejemplo malo). Lo que quiero decir es que eso es la historia de la traducción: es algo que se hacía antes pero no ahora. Es normal que sigamos encontrándonoslo en clásicos pero no lo haremos en libros de hoy.
Y bueno, tenéis razón en otro de los comentarios: es una pena que al traductor solo se le recuerde cuando hay una mala traducción… una pena de verdad.
Besotes y ufff, disculpad mi comentario taaaaaan largo.
Natalia: jaja no pasa nada, es que tenías que comentar muchas cosas 😉
Entiendo perfectamente que antes se hiciera de esa manera. Era así y punto. Pero al reeditar un libro es que lo único que hacen es cambiar la portada, leñe, y creo yo que, ya que ahora no se estila eso de cambiar los nombres, deberían revisar las ediciones y dejarlos en su idioma original. Es que incluso hay clásicos reeditados hace 10 años que siguen censurados, porque no han revisado la traducción que se hizo en su momento. Eso sí que no me parece normal.
En cuanto al título de los libros, no tengo ni idea, pero sospecho que en ningún momento se consulte con el autor. Igual que no se consulta si se quitan párrafos, como el caso que comentaron arriba, que lo descubrieron en un club de lectura en el que unos participantes estaban leyendo el original y otros la traducción.
Si es el editor el que lo cambia, no digo nada sobre los traductores, entonces mis quejas van al editor, evidentemente. Pero yo creo que, en general, deberían traducirlo lo más literal posible… A no ser que quede una burrada o un doble sentido, no sé. Pero bueno, que respeto tu opinión, y también entiendo que quieran hacerlo lo más atreyente posible (aunque creo que a veces consiguen el efecto contrario, jeje).
En fin, un buen debate sobre las traducciones 😀
Tienes razón, y oye, yo siempre he apoyado que el título del libro sea el mismo… pero creo que a base de repetirme todo eso del marketing se me ha metido en la cabeza y hasta me lo creo. Pero sí, yo apoyo que se mantenga el título, más que nada porque la obra es del autor y él es el que tiene que decidir qué título lleva. Luego hay casos como el de la novela de Plataforma Neo, Anna and the french kiss, que evidentemente necesitaba un cambio de título xD
Besotes
jajaja sí, por eso comento lo de los dobles sentidos/burradas que pueden quedar si se traduce literalmente 😀
PD: al final “The secret keeper” lo han traducido como “El cumpleaños secreto”, ¿te lo crees?