El arte de confeccionar tu conocimiento: el commonplace book
7 May 2021 por Isi
Cuando adquieres libros de segunda mano por internet eres consciente de la posibilidad de recibir libros viejitos, amarillentos y algo ajados, pero no creo que os hayáis encontrado jamás con algo así:
Pasada la conmoción inicial (como nuevo, con pequeñas marcas de uso), y habiendo comenzado la lectura nada más recibirlo, me he visto inmersa tanto en la propia novela (Jane Eyre) como en el profundo estudio que la anterior propietaria realizó sobre cada página del libro (me la imagino mujer, por esa letra tan pulcra de muchas de las anotaciones), y cuyas notas leo yo ahora, en otro país, en otra década, con gran interés.
Se me amontonan las preguntas: ¿cómo hay que leer? ¿De qué manera podemos exprimir más cada lectura? ¿Cómo recordar después lo que aprendemos en cada libro? ¿Es legal escribir en los márgenes y subrayar párrafos en fosforito? Espero que, al menos, todos coincidamos en que es necesaria la instauración de la pena capital para el que lo haga sobre los libros de las bibliotecas.
Hay lectores que transcriben citas interesantes, otros que escribimos reseñas sobre lo que leemos, e incluso hay sistemas un poco más sofisticados: he escuchado el caso de un autor que escribe o subraya pasajes en el propio libro y dobla la esquina de esas páginas, de tal forma que más adelante puede acceder a ellas de forma rápida sin tener que pasarlas una a una. Desde luego, todos estos procederes mejoran, en mi opinión, la experiencia lectora, pero resulta que nuestros antepasados ya nos habían tomado la delantera en cuanto a recopilar conocimiento, y es precisamente lo que quiero enseñaros:
El commonplace book
El commonplace book es un cuaderno donde uno va depositando ideas nuevas que se encuentra en libros, cuestiones que considera importantes, poesías sobre un tema de su interés, citas sobre las que reflexionar… Y todo ello de una manera estructurada; siguiendo un orden. El propio acto de elaborar este tipo de cuaderno tiene su propio verbo en inglés: commonplacing.
(Siento no poder ofreceros un nombre en español —Evernote lo llama “cuaderno de apuntes”. Naaah, no me convence— pero es que no he encontrado ninguna referencia a algo remotamente parecido en nuestro idioma. Se agradece iluminación al respecto.)
El commonplace book era usado ya en tiempos pretéritos: las Meditaciones de Marco Aurelio son citas e ideas recopiladas en su commonplace book. En latín, por cierto, nos encontramos con el concepto análogo de loci comunes, lugares o conceptos básicos, comunes, sobre un tema más amplio, que puede abarcar desde la repostería hasta la ornitología.
A partir del siglo XV el papel se convierte en un bien más accesible, y la aparición de la imprenta impulsa la transmisión del conocimiento a través de los libros. Cada vez más personas saben leer y escribir, y se forman en diferentes áreas —filosofía, poesía, historia o ciencias naturales— lo que hace indispensable disponer de un sistema para almacenar todo ese conocimiento que se va adquiriendo a lo largo de los años, y volver a él cuando sea necesario. La práctica del commonplacing florece en la Gran Bretaña en los siglos XVI y XVII, y se llega a considerar un arte tan vital para la formación integral de la persona que se enseña como asignatura en las universidades.
Incido en la idea de estructurar y ordenar toda esa nueva información para futuras referencias, porque es lo que diferencia al commonplace book del diario o del cuaderno del escritor: estos últimos son cuadernos que se escriben de forma cronológica y, por tanto, requieren ser leídos desde el principio para acceder a una idea concreta que has plasmado en ellos, mientras que el commonplace book está estructurado por temas de tu interés, bajo los cuales has recopilado información relevante.
Las citas, por supuesto, deben ser recopiladas a gusto del consumidor. Cada commonplace book es único y refleja los intereses de su propietario y su proceso de aprendizaje individual. El Oxford Dictionary nos indica que el contenido se compone de pasajes o argumentos compilados con el fin de ser aprendidos o de que sirvan como posterior referencia. Con un poco de imaginación, sobre todo si tenéis alma vintage, os imaginaréis en el salón de té citando un pasaje literario para iniciar un debate o conversación con las damas y caballeros que frecuenten lo frecuenten. O, quizás, utilizar una cita de vuestro commonplace book para desarrollar vuestras ideas acerca de la misma en vuestro diario. O transcribir poesías y aprendértelas para luego recitárselas a tu pareja entre las sábanas (he estado leyendo a Lord Byron últimamente, disculpad).
Y, llegados a este punto, comencemos la parte práctica, eso es, cómo se estructura el commonplace book. Aquí la tecnología ha venido en nuestra ayuda y nos facilita muchísimo el hacer un índice de temas en cualquier aplicación (OneNote, Evernote, etc.), escribir lo que consideremos relevante, y hasta tirar la casa por la ventana incluyendo imágenes, gráficos e hipervínculos. Aquí tenéis un ejemplo sobre cómo elaborar un commonplace book en OneNote.
Reconozco que es tentador esto de usar una de esas aplicaciones incluidas en el paquete de Microsoft y a las que nunca he sacado utilidad; pero, por otro lado, soy de las nostálgicas que siguen escribiendo cartas y que tienen una agenda de papel así que he indagado sobre otras formas más tradicionales para elaborar el commonplace book.
La primera, y más intuitiva, consiste en utilizar una agenda o archivador de anillas. Con separadores por temas, y por orden alfabético, es muy fácil incluir hojas en el archivador según se necesiten para nuevas “entradas” sobre nuevos conceptos.
Otra opción es el método propuesto por autores como Ryan Holiday y Robert Greene, que anotan citas en fichas que colocan en un cajón ordenado por temas, al estilo de los catálogos o ficheros que se utilizaban en las bibliotecas antes de que hubiera ordenadores, solo que con citas en lugar de información sobre cada volumen. En lugar de un “libro”, realmente tendrías un fichero, pero la esencia es la misma.
No obstante, mi sistema preferido, por su originalidad y sencillez, es el que John Locke explica en su “Método para la elaboración de commonplace books” (A New Method of Making Common-Place-Books). La clave de Locke recae en su particular índice:
Al principio no me aclaraba bien con el índice, así que os facilito una imagen “moderna” por si alguien tiene las mismas dudas que yo:
Imaginad que queremos anotar una cita sobre el tema “espacio”: vamos a la primera letra de la palabra (E), y a la línea de la primera vocal tras la letra inicial (A: EspAcio). Si en esa línea no hay ningún número, significa que no hay ninguna página ya iniciada con palabras que cumplan esas características (por ejemplo, EmpAtía o EscAlada), así que abrimos el cuaderno por la primera página en blanco (están todas numeradas), escribimos en el margen el tema de nuestra cita, “espacio”, y la transcribimos. A continuación, apuntamos el número de la página en el índice y, a partir de ahora y hasta que la completemos, esa será la página de las palabras que empiecen por E y cuya siguiente vocal sea la A.
A la hora de consultar nuestras notas sobre el “espacio”, abriremos el índice, veremos la página (o páginas) donde se encuentra E-A, e iremos directos a esas páginas.
No es un método perfecto, y fue criticado en su momento, porque en la misma página encontraremos temas dispares (espacio, empatía, escalada, etc.) pudiendo, además, encontrarse un mismo tema repartido en varias páginas no consecutivas. Pero no me negaréis que propone una solución muy imaginativa al problema de reservar alfabéticamente las páginas del cuaderno, para evitar que se queden algunas en blanco, u faltar espacio en otras y que nos obligue a romper el orden.
Como decía, el índice de Locke me ha conquistado, aunque confieso que veo más práctico el archivador con anillas, que permite introducir, eliminar, o incluso ampliar todo el libro si necesitas más espacio, pasándolo a uno con más capacidad, o dividiendo el abecedario entre dos archivadores.
Y, volviendo al inicio de este email, creo que la anterior propietaria de mi Jane Eyre no era candidata a poseer un commonplace book: hubiera necesitado horas y horas copiando los innumerables párrafos que ha resaltado, la pobre.
Contadme, ¿os ha entrado la necesidad, como me ha sucedido a mí, de empezar vuestro commonplace book, o ya teníais vuestras citas y pasajes favoritos bien ordenados y referenciados?
*****
Te invito a suscribirte a mi Newsletter. Recibirás un email mensual, el primer viernes de cada mes, en el que hablaremos de libros, escritura y literatura.
¡Nos leemos!
(También puedes suscribirte siguiendo este enlace)
Me ha encantado. Toda la historia, las dos historias. La verdad es que en los libros de viejo que compro apenas he encontrado anotaciones. Lo más extraño que me pasó fue en un libro de la biblioteca. En concreto, fue en la Biblioteca Foral, en Pamplona. Al leerlo, encontré una postal de una antigua lectora. Al tener la dirección, se la reenvíe. Era un paisaje nórdico, muy hermoso.
Y luego está todo el mundo del common place que desconocía y que es muy práctico.
Yo archivo mis notas en Filemaker, pero el problema es cuando las recopilo. Antes garabateaba el libro, pero me daba pena dejar mi letra tan fea como tatuaje. Luego pasé a marcar las páginas que me interesaban doblando una esquina, pero, en ocasiones, no encontraba lo que me gustaba… Actualmente, apunto en una libreta o en hojas sueltas y luego traspaso al filemaker.
El sistema del índice de Locke me ha parecido muy interesante y lo aplicaré en mi libreta de campo, una vez que termine la actual.
Fernando: vaya, pues veo que tú ya practicas el commonplacing, sin saber que era commonplacing 🙂 Lo de leer, marcar, y volver a esas páginas tras haber terminado el libr lo veo muy práctico porque así no interrumpes la lectura, y de hecho puedes hacer una criba al final, porque algunas ideas te parecerán mejor que otras y descartarás lo superfluo.
No conozco el Filemaker; echaré un vistazo 😉
En cuanto a los libros de segunda mano… Este ha cambiado mi perspectiva totalmente: antes valoraba que estuvieran inmaculados, pero con este Jane Eyre estoy disfrutando muchísimo de los comentarios de la lectora anterior, y me parece que ha mejorado la experiencia lectora.
Me ha encantado lo de la postal; seguro que lo agradeció.
Y muchas gracias por pasarte y por haberlo compartido, que lo acabo de ver. Feliz finde!!
¿Lo podríamos llamar libro de glosas?
¡Me encanta, Cristina!
¡Qué placer ha sido leerte!
Me ha gustado mucho como has estructurado el artículo, introduciendo el tema del commonplacing con un libro subrallado.
Leyendote estaba pensando que se puede recurrir alsistema de anillas sin dejar de hacerlo en una libreta. Existe un tipo de cuaderno que te permite agregar o quitar hojas con una estética más suave. El cuaderno de discos o Discbound Notebook.
P.D – Voy a echar un vistazo por tu blog a ver si encuentro alguna entrada donde hables del ‘Letterlocking’ o el arte de doblar cartas (cerradas con lacre o selladas con un mecanismo de papel).