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Durante un fin de semana idílico en Montana al comienzo de la primavera, un padre y su hijo encuentran un cadáver en el hielo. Tras movilizar a todos los recursos disponibles del pueblecito más cercano, consiguen extraer el cuerpo que ocultaban las montañas: se trata de una joven embarazada, Abbie Cooper, buscada desde hace tres años por eco-terrorismo.

Las autoridades avisarán a sus padres, Ben y Sarah que, devastados, viajan al lugar para reconocer el cadáver de la hija que hacía años que no veían. ¿Qué le sucedió a Abbie? ¿De quién era el bebé que esperaba? ¿Cómo llega una joven de una familia normal a ser una de las criminales más buscadas del país?

La novela desarrolla la historia de una familia que quedó marcada para siempre por una equivocación. Comienza en Montana, donde años atrás los Cooper disfrutaban de sus últimas vacaciones juntos: a Ben ya empezaba a pesarle el desencanto que arrastraba desde hacía años sobre su matrimonio, mientras que  Abbie vive su primer amor de juventud con uno de los chicos que trabajan en el rancho donde veranean. El idilio la llevará a elegir la universidad de Montana para cursar sus estudios superiores y, aunque acabe distanciándose de aquel chico que atendía a los animales, siempre recordará lealtad a la tierra donde fue tan feliz, la misma que otros van a intentar destruir con pozos petrolíferos devastadores para esos parajes. Abbie se une a un grupo de activistas universitarios pero, en un giro motivado por el rencor, acabará en las garras de otra persona más oscura que ejerce una extraña fascinación sobre la chica.

Mientras tanto los padres, Sarah y Ben, terminan su relación, y la decepción de una relación que ya no se sostenía pero que se basaba en una aceptación tácita de su desilusionante continuidad va a desembocar en odio, rencor y dolor para todos los involucrados.

Me sorprendió el uso del término eco-terrorismo para referirse a lo que yo llamaría activismo medioambiental; aunque es cierto que la transgresión de Abbie llegó demasiado lejos, no solo por lo que hizo, sino por las consecuencias devastadoras que tuvo para toda la familia. En todo caso, el autor nos deja un atisbo de esperanza, pese al fatal desenlace, de que la joven pudo redimirse al final.

El misterio que rodea la muerte de Abbie actúa como catalizador de una novela en la que, en realidad, nos encontramos con una familia normal, podríamos ser cualquiera de nosotros, cuyos miembros tienen los mismos miedos e ilusiones que cualquier otra, pero que por una casualidad se transforman en las personas que jamás quisieron ser.

Esta es la premisa de otras novelas de Nicholas Evans – un acontecimiento fortuito que desmiembra una familia, y la posterior reconstrucción incompleta, con cicatrices – junto con el encanto natural de Montana como decorado de la historia. Una vez más, me ha atrapado entre las emociones, pasiones y miedos de sus personajes. Tanto es así que al terminar este libro compré el único que me faltaba por leer del autor, Tierra de lobos, que queda reservado para cuando esté necesitada de una buena dosis de Montana.

Dejo los datos de la edición de bolsillo, aunque sospecho que anda descatalogado:

Título: Cuando el abismo separa
Título original: The Divide

Autor: Nicholas Evans
Traductor: Ignacio Gómez Calvo
Editorial: Debolsillo
ISBN: 978-84-8346-455-7
Páginas 448
Precio: 9,95€

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Fabián Danubio es sacudido con el dolor más extremo que alguien pueda soportar: su hija Moira, de cuatro años, desaparece sin dejar rastro. La niña y su niñera subieron al metro para asistir a un cumpleaños, pero nunca llegaron a la fiesta. Ahora, la desesperación se ha instalado en la vida de los padres, Fabián y Lila, pues ni los policías asignados al caso, ni el juez, ni el fiscal, tienen la más remota idea de cómo encontrar a Moira. Se ha esfumado.

Tras una espiral descendente que engulle a Fabián – y al pobre lector – aparece un nuevo personaje que nos devuelve la esperanza: el investigador privado Doberti, que se interesa por el caso y obliga a Fabián a recuperar la esperanza y acompañarlo en pos de lo que otros no han podido o sabido ver. Se le coge cariño al temerario de Doberti.

Había cruzado un reino entero de sufrimiento y había salido vivo. No había nada que pudiese dañarlo más.

Se equivocaba, por supuesto.

La novela transcurre en varios espacios temporales separados dos décadas entre sí. La desaparición de Moira no se esclarecerá con celeridad, como nos hubiera gustado, sino que el autor nos obliga a ser testigos de la agonía que envuelve a Fabián durante varios años. Además, vamos a tener algunos encuentros brevísimos pero muy intensos con un personaje anónimo, a través de las páginas de su diario:

16 de diciembre de 1987

Hoy, en el barranco, sucedió algo terrible.

Tuve que matar a papá.

Me quedaría corta si dijera que me ha gustado. Ha sido una de esas novelas que me han agarrado del cuello y me han dejado sin respiración hasta terminarlo; con un par de escenas de persecuciones muy bien montadas, golpes de efecto totalmente inesperados, y un gran manejo a la hora de hilvanar cada minúsculo detalle que el autor fue dejando entre las páginas del libro, parecía que inocentemente, y que acabaron cargados de un significado que solo se vislumbra al final.

En fin, a tu elección queda adentrarte en las páginas de esta novela y sufrir, pero con gusto. Yo te lo recomendaría.

Mi edición pertenece al extinto sello Random, de Random House. Dejo los datos de Ediciones B:

Título: El jardín de bronce
Autor: Gustavo Malajovich
Editorial: Ediciones B (Año 2019)
Formato: Bolsillo
ISBN: 978-84-9070-817-0
Páginas: 592
Precio: 13,95

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Érase una vez la taberna Swan es el último título de la autora de El cuento número trece, no muy reciente –de 2018– pero que me había pasado completamente desapercibido hasta descubrirlo por casualidad ojeando en la biblioteca. Reconozco que en un primer momento dudé ante el número de páginas; no porque tenga miedo a los libros extensos, sino porque un libro así “retrasa” la “futura” lectura de mis pendientes y me hace sentir un tanto culpable, aunque al final ganó el entusiasmo de adentrarme de nuevo en una historia de esta autora.

En la noche más larga del año, un acontecimiento sacude a los parroquianos que se reúnen al calor de las historias que cuentan en la taberna Swan de Radcot: un desconocido irrumpe en el local, empapado y con una niña muerta en brazos, antes de desmayarse a causa del frío y las contusiones. Rita, la enfermera del pueblo, no sale de su asombro al comprobar que la niña que estaba muerta en realidad está viva y que Henry Daunt, el hombre que la rescató, no es su padre, sino un fotógrafo ambulante que recorre el Támesis y no dudó en arrojarse a la corriente para rescatarla.

La niña será reclamada por la señora Vaughan, que enseguida reconoce a Amelia, la hija que perdió hace dos años, su esperanza de encontrarla intacta hasta este gran momento pese a que el señor Vaughan tenga serias dudas de que se trate de su hija. Robert Armstrong, un próspero granjero negro que vive río arriba, cree que la niña puede ser su propia nieta, Alice, fruto de la relación de su primogénito con una joven que acaba de suicidarse en Oxford sin que nadie sepa qué ha sido de la niña. Y Lily White, que trabaja limpiando en la casa del párroco, está convencida de que se trata de su hermana Ann, a la que perdió en el río cuarenta años atrás.

Y es que la misteriosa niña no ayudará a resolver el problema, pues no habla ni muestra visos de reconocer a ninguno de sus supuestos familiares, así que el lector no tendrá otro remedio que dejarse llevar por los meandros de esta novela coral para descubrir las razones que llevan a cada personaje a reclamar a la niña como suya. Diane Setterfield nos invita a recorrer un Támesis victoriano y nutrido de historias, algunas fantásticas, otras que aún son secretos no revelados, pero todas con un toque de intriga que atrapa al lector, ávido por conocer a todos los personajes conectados a través del río y del misterio de la niña.

Es cierto que la novela se demora en demasía al presentarnos a sus numerosos protagonistas y que peca de tener personajes buenos muy buenos y malos muy malos, pero son todos tan peculiares que te quedas atrapado en sus historias. Lily obliga al párroco a guardarle sus ganancias y prefiere vivir en la indigencia porque hay alguien que puede quedarse con todo lo que tiene; Henry viaja capturando la luz en sus fotografías, hasta que él mismo queda metafóricamente capturado por alguien en el pueblo de Radcot; Robert Armstrong navega las turbulentas aguas de una sociedad blanca que le cierra todas las puertas por su color de piel; y, en fin, hay un gran elenco de personajes secundarios entrañables que aportan brillo y emoción a la novela.

A excepción del lento comienzo, y que me parece horroroso que le hayan cambiado el título de manera tan flagrante (el original es “Érase una vez un río”, mucho más acorde con la historia que la autora nos presenta), puedo decir que me ha gustado mucho.

Título: Érase una vez la taberna Swan
Autora: Diane Setterfield
Traductor: Ana Mata Buil
Editorial: Debolsillo
ISBN: 9788466350129
Páginas: 608
Precio: 10,95€

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Cuando las responsabilidades académicas llaman a tu puerta, las reticencias literarias tienden a esfumarse: si te van a examinar de una obra de teatro, leerás la citada obra aunque consideres que las obras de teatro han de verse y no leerse, que se escribieron para verlas representadas, y bla, bla, bla.

Así es como he conocido a Willy y las cenizas de lo que fue su gran sueño americano en la obra de Arthur Miller, Muerte de un viajante.

Willy regresa a casa aturdido, asustado, envejecido. En la carretera se ha dado cuenta de que nada es como había imaginado, y en medio de sus ensoñaciones ha estado a punto de tener un accidente, así que vuelve a casa sin completar este último viaje de ventas. Su hijo mayor, Biff, está de visita y, junto a Happy, el menor, la familia está al completo, como en los viejos tiempos.

Sin embargo, nada es como antes: Biff no siguió los pasos de Willy, y se ha dedicado a trabajar en el campo, libre pero pobre, en lugar de interesarse por las ventas y el dinero, tal y como Willy deseaba. Happy sí, es buen vendedor y le va bien y, aunque lo aborrece, el trabajo le proporciona unos buenos emolumentos, contactos y chicas con las que salir. ¿Por qué Biff no se queda y se mete en el negocio de las ventas? Era bueno, la gente le adoraba; no es demasiado tarde para seguir la estela de Willy y labrarse un futuro brillante.

Mientras más piensa en ese futuro prometedor, más encontronazos tiene Willy con el pasado: en una serie de ensoñaciones le vemos rememorando varios episodios que ocurrieron décadas atrás. Ben, su hermano, hizo fortuna en África, pero Willy era demasiado joven en aquellos tiempos como para acompañarle. Ah, si se hubiera ido también, ahora sería inmensamente rico. Willy recibe las visitas de Ben tan solo en su mente, y siempre le pregunta por su secreto, el secreto del gran éxito. También vuelve Willy a ver a sus hijos de jóvenes, unos chicos que le admiran a más no poder y que ponen todo su esfuerzo en llenar de orgullo a su padre. Biff le dedica sus éxitos deportivos y, cuando está fuera por trabajo, hablan por teléfono a todas horas. El lector/espectador se pregunta cómo ha podido estropearse esa relación tan pura que tenían, en qué punto se esfumó el cariño en esta familia. La respuesta la encontraremos en las últimas visiones de Willy, aquellas en las que aparece “la mujer”.

Se trata de una obra que describe la decadencia de un hombre que, tras una vida dedicada al trabajo como medio de conseguir la grandeza, se da de bruces con una realidad bastante incómoda. Alrededor de Willy todo se desmorona: se encuentra agotado, sufre estas alucinaciones que preocupan a su mujer y a sus hijos, y ve cómo otros a los que consideraba inferiores han conseguido lo que él ansiaba.

Es también una obra que habla de las expectativas de los padres para el futuro de los hijos. A través de Biff, Arthur Miller retrata la ansiedad al desviarse del camino que el padre quiere para el primogénito: Biff siente remordimientos por tener una naturaleza diferente a la de Willy, por no preocuparse por ganar mucho dinero y querer trabajar al aire libre, sin camiseta, bajo el sol, en lugar de vestir traje y corbata todos los días laborables. El joven está dividido, pero está dispuesto a sacrificarse por su familia, por ese padre que parece que empieza a perder la cabeza, aunque eso le lleve a la infelicidad.

En fin, una obra sobre las emociones alrededor del éxito y la familia que se puede extrapolar a cualquier época y país, y con mucho simbolismo acerca de la decadencia del sueño americano para la gente de clase media que Miller transmite a través de los bloques de pisos que rodean la casa de Willy, la desaparición de los espacios donde antaño jugaban sus hijos, o los aparatos modernos que se estropean antes de que llegue a pagar la letra. Una lectura interesante, que recomiendo se acompañe de la película homónima del año 1985, totalmente fiel en los diálogos y en los sentimientos de los personajes.

Título: Muerte de un viajante
Autor: Arthur Miller
Traductor: Jordi Fibla
ISBN: 978-84-8310-465-1
Páginas: 160
Precio: 7,95€

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El mes pasado, cuando se anunció a bombo y platillo la publicación de la última novela de Kate Morton, De vuelta a casa, me entraron unas ganas tremendas de comprarlo (como a todos, supongo), pero es que ya había comprado otros tres libros ese mes y, de repente, me pareció excesivo, teniendo en cuenta que muchas de mis lecturas vienen marcadas por las guías de estudio de las asignaturas que estoy cursando y no por mi estantería de libros pendientes. Además, tenía dos libros de la autora sin leer, así que me propuse terminar estos antes de dejarme llevar por el consumismo desmesurado, para variar.

La hija del relojero es una novela compleja por la cantidad de diferentes momentos temporales –hasta seis–  que tiene que manejar el lector para recomponer la historia, y por ello requiere una lectura atenta y continuada; no está pensada para leer a ratitos libres.

Comienza con un breve y misterioso prólogo sobre algo que ocurrió en 1862, pero en seguida nos traslada a la época actual con Elodie, una archivera encargada de datar y clasificar el legado de un famoso filántropo victoriano, James Stratton. En una caja polvorienta descubre un cuaderno de bocetos de un reconocido pintor, y el dibujo de una casa de campo le llama poderosísimamente la atención: nunca antes la había visto, pero está segura de que se trata de la casa de un cuento que su madre, ya fallecida, solía contarle de niña. Elodie jamás pensó que se trataba de un lugar real, y la curiosidad la lleva a investigar más acerca del pintor, del cuento, y del lugar.

La casa en cuestión es Birchwood Manor y, desde allí, un peculiar fantasma nos informa sobre los habitantes que le han hecho compañía a lo largo de varias décadas. La casa perteneció al joven pintor del cuaderno de Elodie, Edward Radcliffe, que no habitó la casa por mucho tiempo. En el verano de 1862 invitó a sus amigos a pasar unas semanas de retiro artístico, pero el robo de un diamante de la familia y la muerte de la prometida de Radcliffe pusieron fin a su prometedora carrera y al esplendoroso verano que todos habían imaginado. Ahora, el fantasma desgrana la historia de los otros que habitaron y dejaron su marca en Birchwood Manor, atraídos por una fuerza irresistible que siempre ha emanado de la casa.

La novela se compone de varios momentos temporales que no siguen un orden cronológico; es el lector quien irá hilando y encajando cada escena si sigue con atención los detalles, en principio insignificantes, que se nos presentan en cada capítulo, hasta llegar finalmente al principio, al verano de 1862. Quizás sea el final lo que menos me convenció de la novela; la resolución del misterio suena algo extraña, pues la autora recurre a la amnesia para desentrañar uno de los misterios de lo que sucedió en la casa y resulta decepcionante, tras la lectura de 600 páginas, que un personaje simplemente no recuerde algo crucial por un golpe en la cabeza. Podríamos ponerle otras pegas, sobre todo la falta de información sobre ciertos personajes antes o después de pasar por la casa; en algunos casos el punto de vista elegido por la autora no permite un desarrollo más amplio, pero en otros sí que podría estar justificado dentro de la historia que, ya de ser extensa, podría dedicar algunas páginas más para cerrar o desarrollar ciertas tramas.

No es un libro perfecto, pero mentiría si no dijera que lo he disfrutado mucho y que me ha tenido en vilo durante varios días. Me parece una de esos libros propensos a una relectura: una vez que ya conoces la historia puedes ir disfrutando de las pistas que ha ido dejando la autora a lo largo de sus páginas. Intrigante y entretenido.

Título: La hija del relojero
Autora: Kate Morton
Traductor: Máximo Sáez
Editorial: Suma de letras
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 978-84-9129-216-6
Páginas: 640
Precio: 22,90€ (Edición de bolsillo: 11,95€)

 

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En un pueblo irlandés cercano al canal de San Jorge, los vecinos son abastecidos de carbón y leña por el pequeño negocio de Bill Furlong. Es un hombre aún joven, de origen humilde, que ha salido adelante en el pueblecito que le vio nacer. Ahora tiene una familia con Eileen, su esposa, y sus cinco hijas, todas ellas buenas niñas; la más mayor incluso empieza a ayudarle en la oficina con los pedidos y las facturas.

Al alba de un día de invierno de 1985, en el convento de la localidad, Furlong se encuentra a una joven en el almacén donde las monjas guardan el carbón. La chica había pasado allí la noche y, al entrar en el convento con ella, Furlong es testigo del afán con que las monjas la bañan, adecentan y alimentan, en un intento de ocultar la pobre imagen que presenta la joven: descalza, malnutrida y con el pelo mal cortado. Y callada, muy callada.

Furlong se encuentra en una encrucijada. Existen habladurías sobre las niñas del convento: que si viven esclavizadas por las monjas, que si son unas perdidas que se merecen un poco de disciplina… Son jóvenes que vienen de otros lugares de Irlanda y todas comparten la desdicha de no tener a nadie que se preocupe ya de ellas. La Irlanda del silencio y la obediencia a la Iglesia se impone sobre el sentido común de cualquier vecino.

¿Era posible que las cosas nunca cambiasen o se convirtieran en algo diferente o nuevo? Últimamente había comenzado a preguntarse qué importaba, aparte de Eileen y las chicas. Estaba cerca de los cuarenta, pero no sentía que estuviera llegando a ninguna parte o haciendo ningún tipo de progreso y no podía dejar de preguntarse a veces para qué servían los días.

Para Furlong, las chicas del convento son un pasaje a los recuerdos del pasado: su propia madre podría haber sido una de ellas, y su sentido de la honradez no le permite pasar por alto el desagradable episodio de esa mañana en el convento.

–Bueno, hay chicas que se meten en problemas, eso sí te consta. (…)

–Pero ¿y si fuera una de nuestras hijas? –dijo Furlong.

–Eso es exactamente lo que te estoy diciendo –dijo, incorporándose nuevamente–. No lo son.

Revisando sus propios orígenes y la marca que dejaron las personas de la infancia de Furlong, seremos testigos de una reacción en cadena que alumbrará aquel oscuro invierno irlandés. En realidad, la historia comenzó muchos años atrás, con un pequeño acto de generosidad de una mujer del pueblo, cuyo espíritu le recuerda a Furlong, décadas después, qué es lo correcto.

Es una historia pequeñita enmarcada dentro del escándalo de las Lavanderías de la Magdalena contada desde la perspectiva de un personaje anónimo, con una narración sutil y atmosférica donde la oscuridad del carbón y de las noches invernales se mezcla con la negrura de las almas que emana del convento. Se lee en un suspiro, y deja un poso profundo; una de las primeras aproximaciones literarias hacia una época y unos acontecimientos protagonizados por la Iglesia sobre los que quiero seguir leyendo.

Título: Cosas pequeñas como esas
Autora: Claire Keegan
Traductor: Jorge Fondebrider
Editorial: Eterna Cadencia
ISBN: 9789877122404
Páginas: 96
Precio: 17,00€

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Malasangre, de Helena Tur

A pesar de su orfandad, Henar Expósito ha sido una joven afortunada, hasta ahora. Educada con cariño por las monjas de un hospicio de León, a los catorce años encontró una buena posición como dama de compañía de una mujer culta y de ideas liberales, pero esta mujer ha fallecido y Henar se encuentra desesperada por encontrar un trabajo. A la noticia de la muerte de otra huérfana que se dirigía a trabajar en un colmenar próximo a Ponferrada, Henar decide presentarse ella misma en el pueblo de Villaverde para ocupar ese puesto pero, una vez allí, se suceden las sorpresas: para empezar, el empleador de Henar es un tipo de la peor calaña imaginable y, además, la niña del hospicio no murió por accidente y no se ha descubierto al asesino.

La novela nos traslada al Bierzo rural en los tiempos de Isabel II donde bandoleros, campesinos y buscadores de oro convivían en un extraño equilibrio en este paisaje tan hermoso que algunos solemos visitar con frecuencia. Esto fue, precisamente, lo que me atrajo del libro: creo que es el primer libro ambientado en León que leo.

La historia avanza mientras Henar va conociendo a todo tipo de personajes e intenta descubrir si su empleador es simplemente un ser despreciable o el mismísimo asesino de niñas. Me ha resultado una premisa interesante y llena de intriga; sin embargo, la narración se hace pesada. Hay pasajes en los que se describen hasta el infinito las sombras del bosque y el miedo que pasa la protagonista, para unas páginas más adelante volverse a adentrar en el bosque y volver a las descripciones de terror y sombras. También se demora innecesariamente en todo el proceso mental de Henar, minuto a minuto, a cada paso de la trama, con una cierta repetición que va desanimando al lector, que no necesita tal minuciosa explicación para comprender lo que sucede. Además, la resolución de la trama se predice hacia la mitad de la novela, con lo que el descubrimiento de la identidad del asesino pierde toda emoción (y no soy yo muy Sherlock con las novelas de misterio).

En fin, siento que me he dejado llevar por una portada y una ambientación seductoras, para encontrarme un libro al que le sobran un cuarto de sus páginas, y con un final algo decepcionante.

Título: Malasangre
Autora: Helena Tur
Editorial: Plaza y Janés
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 978-84-01-02435-1
Páginas: 400
Precio: 19,90 €

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Cuando Cora Seaborne pierde a su marido tras una larga enfermedad solo siente dicha al recuperar las riendas de su vida. Ansía alejarse de la constricción que tanto tiempo la ha mantenido recluida, marital y social, y decide mudarse por un tiempo a Essex, en busca de un horizonte sin límites y de un extraño monstruo marino que tiene aterrorizados a sus habitantes.

El reverendo William Randsome y su familia recibe cálidamente a Cora pese a sus excentricidades y sus alegatos tan poco convencionales cuestionando la misma religión que sustenta a los Randsome. La ciudad —ficticia— de Aldwinter será testigo del exquisito refinamiento londinense de la recién llegada, y también de su extravagante comportamiento, pues recorre todos los días varias millas a lo largo del estuario del Blackwater, y vestida con prendas de hombre, además. Bajo la espesa niebla, los restos de naufragios, y el escrutinio de los supersticiosos, Cora sueña con descubrir a la criatura que la lleve al Museo de Historia Natural; está convencida de que esta serpiente centenaria podría competir con los fósiles jurásicos de su admirada Mary Anning.

Las marismas atraen a una mujer que persigue lo que aún quedaba fuera del alcance de su sexo al final del periodo victoriano: el progreso científico y el imperio de la razón sobre la superstición. Y Will Ransome, que representa todo lo que ella desprecia, atacará con su propia razón, la espiritual, las supersticiones de Cora y de los demás creyentes en la mítica serpiente, mientras todo aquello que los separa les empuja en un torbellino hacia el otro. Cora llegó al Blackwater en busca de un dinosaurio marino, pero el único monstruo que encontrará se arremolina en torno a su corazón.

Con una ambientación exquisita que juega entre las mareas del estuario, el Blackwater aparece como un personaje más que digiere y expulsa barcos y animales a su antojo. Nos encontramos con una relato de estilo gótico y personajes muy bien dibujados, cada uno jugando un papel clave en medio del ambiente de cambio que se respiraba a las puertas del siglo XX. Solo he hablado de Cora, pero tenemos un magnífico elenco de personajes que retratan el camino hacia el progreso y los obstáculos de los que se oponen a él. El doctor Luke Garret, por ejemplo, médico pobre pero visionario que practica sin descanso para llevar a cabo cirugías que nadie antes se ha atrevido a hacer; o Martha, compañera inseparable de Cora y entregada a la lucha de clases, que no duda en aprovecharse del amor de un hombre rico para poner su fortuna a disposición de la causa. El propio Will Ransome se enfrenta a sus propias dudas sobre su papel Colchester como reverendo que trata de proteger a su congregación, pero viéndose abocado a luchar contra ella, contra Cora, y contra sí mismo.

La serpiente de Essex pondrá sobre el tablero las pasiones de todos ellos en una partida difícil de ganar sin perder algo a cambio.

Título: La serpiente de Essex
Título original: The Essex Serpent
Autor: Sarah Perry
Traductor: Carlos Jiménez Arribas
Editorial: Siruela
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 978-84-17151-22-5
Páginas: 408
Precio: 22,95€

Al momento de escribir esta reseña he visto el primer capítulo de la serie con Claire Danes como protagonista, y ya se aprecian cambios con respecto al libro que, no obstante, la hacen más oscura y emocionante.

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A comienzos de año decidí hacer una inmersión lectora en los novelistas victorianos, aunque la única lectura que resultó de tal inmersión fue Middlemarch.

George Eliot (o Mary Ann Evans) escribió su “estudio de la vida en provincias” partiendo de dos personajes, Dorothea Brooke y el doctor Tertius Lydgate, que se presentan como astros alrededor de los cuales giran los demás, independientes entre ellos en cuanto a sus historias personales, pero unidos en tiempo en tiempo y lugar.

Empecemos por Dorothea, el alma de la historia, joven soñadora repleta de ideas y proyectos que suponen siempre el bien para los demás. Lejos de procurarse protagonismo, Dorothea disfruta diseñando viviendas dignas para los trabajadores del campo o apoyando la construcción de un nuevo hospital con la aportación de su modesta renta. No puede disimular su entusiasmo cuando Edward Casaubon, un clérigo anglicano de más edad e inmerso en la redacción de un tratado que expondrá el origen de todas las mitologías, la pide en matrimonio: Dorothea podrá, por fin, dedicar su energía a un proyecto mayor y más perdurable que su modesta vida. Su razón de ser es, ahora, servir a Casaubon para que avance en su libro, ser sus ojos cuando los de él necesiten descanso, extraer las ideas necesarias de los textos; procurar el bienestar para que su marido muestre su sabiduría al mundo.

What do we live for, if not to make life less difficult to each other?

—Dorothea

Tertius Lydgate es un médico recién llegado a Middlemarch. En una época en la que el estetoscopio era un instrumento visto por muchos facultativos como innecesario, Lydgate representa el progreso irrumpiendo en un lugar que se muestra reticente a recibirlo. No obstante, nuestro médico va estableciendo su clientela y, en sus ratos libres, además de colaborar con el nuevo hospital sin remuneración alguna, se encierra en su estudio para investigar métodos de diagnóstico y nuevos tratamientos. No está entre sus planes casarse, pero sus incursiones en la sociedad del lugar le llevan  directo al altar con Rosamund Vincy, una preciosa joven que ve cumplido su deseo de desposarse con lo que ella considera un hombre exótico, forastero en Middlemarch, con el que imagina una vida de lujo y emoción.

En lugar de terminar la novela en celebraciones nupciales, la autora decide comenzarla con ellas y así explorar las contradicciones y la lenta extinción de las esperanzas de nuestros protagonistas. Casaubon es, en realidad, celoso, y prefiere impresionar a los demás hablando de su proyecto que llevarlo realmente a cabo, rechazando toda ayuda de Dorothea que, desesperada, insiste en serle útil. Lydgate verá toda su carrera comprometida por su esposa, que está acostumbrada a vivir rodeada de una abundancia que su nuevo marido no le puede proporcionar. La devoción y la pasión amorosa son insuficientes para nuestros personajes.

Tenemos contrapuntos, sí, a lo largo de la historia: la hermana de Dorothea se casa por conveniencia, sin verdadero amor, con un hombre que la respeta y la protege, dándole todo lo que ella necesita (familia, hijos, compañía). El hermano de Rosamund, Fred Vincy, está enamorado de una joven por debajo de su nivel social y cambia, con éxito, sus hábitos de joven vividor para ser digno de ella. El sobrino de Casaubon, Ladislaw, se enamora de Dorothea, permaneciendo en Middlemarch aún ante el rechazo de los demás. Hay matrimonios de gente corriente que se entiende sin necesidad de pronunciar una palabra, y otros de gente pudiente cuya felicidad se ve truncada a cada conversación. Y el lector, inmerso en todas estas historias, verá al doctor Lydgate atendiendo los achaques de Casaubon y será testigo de la devoción sincera de su esposa por su salud y su trabajo, dejando para la imaginación cómo hubieran resultado las cosas si esas atenciones se las hubiera dedicado a él.

Middlemarch requiere una lectura sosegada; me llevó un par de meses en completar los ocho volúmenes originales. A lo largo de la novela nos encontramos la voz de la autora, guiándonos a través de este “estudio” y mostrándonos los espacios en que sus criaturas intentan mantenerse a flote. Me ha entusiasmado de principio a fin, y guardo un especial recuerdo de Dorothea por su candidez y su dedicación por los demás. Quizás se me haya escapado alguna lágrima al terminar la novela.

Muy recomendable, si gustáis, escuchar el audiolibro mientras lo leéis; se disfruta el doble. Y la serie de la BBC, imprescindible como guinda después de la lectura.

Hay varias ediciones más económicas, pero me parece que esta de Alba Editorial puede ser interesante:

Título: Middlemarch
Autora: George Eliot (Mary Ann Evans)
Editorial: Alba Clásicos
ISBN: 978-84-8428-019-4
Páginas: 900
Precio: 36,00€

Leo los relatos de Stefan Zweig al ritmo al que aparecen en la biblioteca: siempre supone una sorpresa encontrar alguno que aún tengo pendiente cuando voy a curiosear por esas últimas estanterías.

En Una boda en Lyon encontramos el relato que da título a esta pequeña colección, y otros tres relatos más cortitos. La boda con la que nos engatusa el título es la de dos jóvenes prometidos que se reencuentran en el sótano de una cárcel, justo a tiempo para cumplir su sueño de ser marido y mujer. Es una mezcla de ternura y horror; de la insignificancia y, a la vez, la trascendencia que posee el alma humana.

Además, nos ofrece unas imágenes que el lector tardará en olvidar y, aunque son historias tristes, disfrutamos de la delicadeza de la narración.

Mi próximo objetivo serán los Diarios del autor, como supongo que el de muchos de vosotros. No soy asidua lectora de recopilaciones de cartas y diarios de autores, en general, pero últimamente tengo en mi lista cada vez más libros de este tipo, como la correspondencia de las Brontë, o de Jane Austen, por ejemplo.

¿Soléis leer estas publicaciones más personales de vuestros autores de cabecera?

Título: Una boda en Lyon
Autor: Stefan Zweig
Traductor: Berta Vias Mahou
Editorial: Acantilado
ISBN: 978-84-17902-25-4
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Páginas: 80
Precio: 10€

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